Esta es la octava ruta de las once con las que cuenta el Camino del Cid, se trata de una ruta circular de unos 78 kilómetros con inicio y final en Daroca (Zaragoza). Una ruta que puede realizarse en coche o moto en una jornada.
Esta pequeña ruta en forma de anillo comienza en Daroca. Sabemos que el Cid histórico acampó durante varios días en esta ciudad en 1090, y que allí firmó un acuerdo con el conde catalán Berenguer Ramón II, a quien había derrotado poco antes en el Maestrazgo.
El Cantar de mío Cid, a su vez, también se refiere a Daroca y afirma, con poco fundamento histórico, que la ciudad tributaba al Campeador, quien había sojuzgado con sus hombres toda la zona. Para imponer su ley, el Cid, siempre según el Cantar, estableció varios campamentos desde los que lanzaba sus algaras.
Uno de ellos, el más conocido, lo situó en el Poyo del Cid (Teruel). El otro, en Allucant. No se sabe con exactitud donde se encuentra este lugar, aunque algunos estudiosos opinan que se trata de Gallocanta, población que era conocida como Allucant en el siglo XIII. Esta posibilidad nos abre las puertas a una ruta circular muy atractiva y de gran valor histórico y ecológico, ideal para un fin de semana.
Qué vamos a encontrar
Se trata de un anillo muy interesante desde el punto de vista natural. La laguna de Gallocanta es un impresionante sistema lagunar jalonado de pequeños pueblecitos. Es una de las lagunas saladas más extensas de Europa Occidental y posee una gran diversidad biológica.
Este ecosistema acoge cada invierno a miles de grullas y otras aves migratorias que se detienen aquí en sus viajes entre el norte de Europa y África. Se trata de un espectáculo natural de primer orden que, junto al buen número de aves acuáticas, esteparias y rapaces que alberga, más de doscientas especies, convierten a Gallocanta en uno de los paraísos ornitológicos de Europa.
Los asentamientos humanos documentados en la zona se remontan a unos 4.000 años. La zona es fértil, las aguas de la laguna tienen concentraciones salinas superiores a las del mar, por lo que hubo desde la antigüedad explotaciones de sal y también mineras, de hierro, que requerían una gran cantidad de leña, lo que provocaría la deforestación del territorio y la irrupción de los cultivos y zonas de pasto.
Se trata de una tierra rica protegida por sierras con dos pasos naturales importantes hacia el valle del Jiloca y Molina de Aragón. Las poblaciones, desde la antigüedad estaban fuertemente defendidas, esto explica la densidad de castillos existentes como los de Santed, Gallocanta (apenas vestigios), Berrueco o Tornos. La mayor parte son de origen medieval, pero se asientan sobre restos más antiguos.
También hay interesantes yacimientos celtíberos, como el de El Castellar, que se encuentra a un kilómetro pasado Berrueco en dirección a Tornos. El regreso, coincidente en el último tramo, nos devuelve a Daroca.
Daroca, ciudad monumental, fue fundada por árabes yemeníes en el siglo VIII. Tras cruzar sus imponentes murallas, el viajero se siente trasladado a otra época.
Daroca posee un rico y variado patrimonio artístico tan extenso como su historia. Para conocer sus secretos lo mejor es callejear y perderse por sus pasadizos, patios y rincones. El pasado islámico también se deja notar en su gastronomía, y especialmente en su repostería, donde sobresalen las trenzas mudéjares o las almojábanas. *Información e imágenes extraídas de www.caminodelcid.org