El Camino del Cid (IV) La conquista de Valencia

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Esta es la cuarta ruta de las once con las que cuenta el Camino del Cid y nos llevará desde Cella (Teruel) hasta Valencia, pasando por el interior de la provincia de Castellón, siguiendo las huellas del Cid en su llegada al mar Mediterráneo. ‘A quien quiera ir conmigo a cercar a Valencia… tres días les esperaré en el Canal de Cella’. Una ruta de unos 202 kilómetros y tres días para realizarla en coche o moto.

Este itinerario comienza en Cella (Teruel), el lugar que el Cid elige, según el Cantar, para reunir a quienes quieran ayudarle a conquistar Valencia, y sigue sus huellas por las numerosas localidades de la actual Comunidad Valenciana tributarias del Cid histórico o conquistadas según el poema por el Campeador.

La ruta se desliza hacia Valencia siguiendo en general el curso del río Palancia: es en su valle donde nos encontramos con Jérica -conquistada según el Cantar por el Cid y que históricamente tributaba al Campeador- o Segorbe -igualmente tributaria pero que en el Cantar sirve de acomodo a un ejército de 3.000 caballeros musulmanes que se desplaza a Alcocer para enfrentarse al Cid.

La ruta desemboca inevitablemente en el Mediterráneo, primero en Sagunto -en el Cantar convertida anacrónicamente en cuartel general del Cid durante tres años- y El Puig, un punto estratégico a 15 kilómetros de Valencia conquistada literaria e históricamente (en 1092) por el Cid. En 1237 Jaime I hizo lo propio, y en ambos casos su ocupación fue determinante para la conquista de la ciudad.

Ya sólo nos queda entrar en la ciudad vieja de Valencia por cualquiera de sus puertas históricas –la de Quart o la de Serranos– y recorrer un tramo del antiguo perímetro de las murallas islámicas, cuyos restos, apenas unos lienzos, se hallan encastrados en las casas del casco antiguo.

El Cid tomó Valencia el 15 de junio de 1094 después de un durísimo asedio. Se cuenta que tras la conquista subió a la torre del alcázar para ver sus posesiones; nosotros damos los últimos pasos de este viaje subiendo al Micalet, uno de los símbolos de esta ciudad legendaria. Y nada mejor que los versos del Cantar para describir ese momento: Qué grande es la alegría que corre por el lugar / cuando mio Cid ganó Valencia y entró en la ciudad / Los que iban a pie caballeros se hacen / el oro y la plata, ¿quién os lo podría contar?

La narración del Cantar no acaba aquí: Valencia y sus alrededores son el escenario de otros sucesos y batallas contra los almorávides, deseosos de recuperar la ciudad. Y es en Valencia donde el Cid finaliza sus días: históricamente el Rodrigo murió como príncipe de la ciudad en 1099. Fue entonces, o quizá antes, cuando nació la leyenda.

Un poco de historia que te ayudará a comprender esta ruta 

En tiempos del Cid, a mediados del siglo XI, el antiguo califato andalusí se había dividido en numerosas taifas (“reinos” musulmanes). Militarmente débiles, sufrieron primero el acoso de los pujantes reinos cristianos y después la invasión de los almorávides.

Así, la rica taifa de Valencia era ambicionada por aragoneses y catalanes, y también por los reyes árabes de Zaragoza y Lérida, y por los almorávides. El Cid supo sacar provecho de esta situación conquistando en 1094 la ciudad de Valencia, pero la presión almorávide obligó a su mujer, Jimena, a abandonarla en 1102, tres años después de la muerte de su esposo.

Los almorávides eran tribus procedentes del norte de Marruecos que entraron en la Península en 1086, tras la conquista de Toledo por Alfonso VI rey de León y de Castilla. Estas tribus se hicieron con el mando de Al-Andalus hasta que a mediados del siglo XII fueron desplazados por los almohades, también originarios de Marruecos. Para entonces el empuje de los reinos cristianos era imparable, aunque no exento de dificultades, y cristalizaría con la conquista definitiva de Valencia por Jaime I en 1238.


El viaje: qué vas a encontrar

El tramo de la Conquista de Valencia posee dos partes muy diferenciadas. La primera, entre Cella (Teruel) y Jérica, conforma un itinerario riquísimo desde el punto de vista histórico y medioambiental: pueblos con encanto y de intenso sabor medieval, parajes fascinantes, extensos bosques mixtos mediterráneos, pozas naturales donde bañarse, ríos, estrechos, y muchas otras singularidades. Teruel -capital del mudéjar aragonés, Patrimonio de la Humanidad- Mora de RubielosRubielos de Mora y Jérica son las cuatro localidades declaradas Conjunto histórico y/o artístico en este tramo.

La segunda parte comienza en Jérica: tras dejar Segorbe, conjunto histórico-artístico con un poderoso patrimonio gótico, el Camino desciende a Valencia. La vista progresivamente se transforma, dando paso entre cultivos hortofrutícolas a un paisaje más urbanizado. Es entonces cuando se aparece a los viajeros la vista de las murallas de Sagunto, frente al Mediterráneo, una de las ciudades fortificadas más importantes del Mediterráneo y de más antigua fundación. Tras pasar por El Puig, la antigua Çebolla citada en el Cantar, y después de recalar en alguna de las playas del litoral mediterráneo -¡una posibilidad que recomendamos!-, el viajero accede finalmente a Valencia, la gran recompensa del Cid y posiblemente, también del viajero cidiano del siglo XXI.

Hay varios espacios naturales de interés en esta ruta: los sabinares del Puerto de Escandón -entre Teruel y Puebla de Valverde-, los espectaculares Estrechos del Mijares -entre Olba y Montán– y el Curso Medio del Palancia -entre Caudiel yAlgar de Palancia-. Entre Sagunto y Puçol, en el litoral, se encuentra el Marjal dels Moros, un humedal donde crecen plantas endémicas frecuentada por gran variedad de aves acuáticas. Este marjal nos recuerda la proximidad del Mediterráneo y la posibilidad, casi ineludible, de refrescarnos en cualquiera de las playas que bañan las cálidas aguas de esta parte del Mediterráneo.



La buena mesa del Cid

La gastronomía en estos territorios está influenciada por la orografía. En el interior, montañoso, la comida es recia y sorprendentemente variada. De raíz tradicional ha incorporado nuevos ingredientes, como la magnífica trufa, y reinventado otros, como los aceites procedentes de olivos antiguos (algunos pudieron ver pasar al Cid). Entre las carnes destaca el cerdo del que nace el afamado jamón de Teruel; el resto acaba en embutidos o en guisos populares como la olla. El caldo del cocido y el jamón, además de la corteza de pan y el huevo, son ingredientes imprescindibles en las pelotas de carnaval, populares en todo el Maestrazgo histórico.

En la costa el gran protagonista es el arroz preparado en sus múltiples variantes: paella, arroz a banda, al horno, negro, con calabaza, en postres… Los pescados incluyen todas las variedades mediterráneas preparados de infinidad de formas, como por ejemplo el suquet de peix, un guiso muy sabroso.

De paso, prueba los vinos de la D.O. Valencia o de la IGP Vins de Castelló. Y si hablamos de bebida, no te olvides de la horchata, que tiene en Alboraya una de sus capitales. Por último, aquí se producen algunas de las variedades de naranjas y mandarinas más famosas del mundo.

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