Moncofa es año tras año fiel a una de sus tradiciones más arraigadas: el Desembarco de Santa María. Cada 23 de julio, el municipio de la Plana Baixa se remonta al 1423 para honrar a la Santa con celebraciones en su honor y un programa de fiestas plural y variado para todos los públicos, en el que la música en directo, los festejos taurinos o las actividades lúdicas son claros protagonistas.
Para contextualizar y entender la historia del Desembarco, que cumple 601 años, el Ayuntamiento de Moncofa ha instalado un punto informativo en el que se recuerda sus particularidades más antiguas. El panel turístico está situado en el mismo espacio en el que se celebra toda la celebración, junto a la avenida principal Mare Nostrum y cerca de las dependencias de la Oficina de Turismo de Moncofa. El elemento, de grandes dimensiones, mide 2 metros de alto por 3’6 de ancho.
«Con esta acción promocionamos directamente una de las tradiciones fundaciones del municipio. De hecho, también tratamos de reconocer los seis siglos de historia y raíces que en 2024 perduran», ha valorado la concejala de Turismo del Ayuntamiento de Moncofa, Ilenia Begnozzi. Por su parte, el concejal de Tradiciones, Francisco Alemany, ha reconocido el Desembarco como «una historia de decenas de generaciones que hoy seguimos celebrando y que llena de orgullo a todo el pueblo. Nos emocionamos al ver salir la imagen del mar, cuando recitamos los versos o cuando vamos en procesión hasta la ermita acompañados por familiares, amigos y visitantes que disfrutan de una tradición ancestral en el Mediterráneo».
El inicio de una larga tradición
La fiesta del “Desembarco de Santa María Magdalena” trata de ser más fiel a sus raíces históricas, por lo que la imagen es traída por mar como sucedió hace 601 años. Desde el siglo XIII, las casas de Aragón y de Anjou se disputaban el reino de Nápoles. Alfonso V “El Magnánimo” estaba a punto de conseguirlo, pero una alianza entre su enemigo Luis III de Anjou, el duque de Milán y el papa Martín V con Juana II de Nápoles frustraron sus pretensiones.
Como represalia, a su vuelta a la península, la flota del monarca saqueó e incendió la ciudad de Marsella (feudo de la casa de Anjou) entre el 20 y el 23 de noviembre de 1423. Entre los trofeos de guerra que se llevaron los aragoneses figuraban las reliquias de san Luis de Anjou, las cadenas que guardaban el puerto o una imagen en piedra de santa María Magdalena, patrona de Marsella. Al llegar a las costas levantinas, el señor de Nules Francesc Gilabert de Centelles, uno de los participantes en el asalto, trajo consigo las cadenas y la escultura de mármol, que dejó en la iglesia de Moncofa por estar dedicada a la Magdalena al menos desde 1365.